December 23, 2005

Seeking the Face of the Lord

La sencillez de los pastores nos conduce a Cristo

El primer anuncio del Salvador llegó a los pastores cerca de Belén. Romantizamos a los pastores de Belén que rodean nuestros pesebres, pero en aquellos días, la gente menospreciaba a esos pastores vulgares. El mensaje de Dios llegó primero a los hombres sencillos del campo. Ese detalle nos encanta. Tal vez la gente sencilla está mucho más propensa a abrir sus corazones al amor misterioso de Dios.

Hace un par de décadas el régimen comunista que amenazó al mundo libre, fracasó a final de cuentas gracias a la gente sencilla. La negación del comunismo de que la gente necesita a Dios conllevó a una arrogante deficiencia moral y espiritual en el sistema educativo, político y económico comunista. El sistema estaba condenado a fracasar. La gente sencilla de fe y el sentido común prevalecieron en Europa Oriental.

¿Existen fenómenos similares hoy en día? El Papa Benedicto XVI diría que sí existen, pero son más sutiles que las demostraciones públicas flagrantes del comunismo. El materialismo secular ha conducido a una nueva forma de paganismo e indiferencia con respecto a la espiritualidad, la moral e incluso la vida misma. Existe una confianza exagerada en que la humanidad puede construir un mundo más perfecto sin Dios.

Hay una noción de que ninguna autoridad puede establecer que existe una verdad absoluta. Si nadie puede enseñar con autoridad, la moral y la doctrina se convierten en asuntos de opinión. El resultado es la anarquía moral. Las normas morales y la misma fe se ridiculizan.

El culto al consumismo implica que la felicidad se encuentra en la posesión de más y más cosas. Las cosas se convierten en los dioses reinantes. La gente sencilla rechazó el comunismo porque demandaba fe en sí mismo, en lugar de en Dios. ¿Acaso la gente sencilla rechazará el culto al consumismo materialista que, de modo más sutil, predica el mismo postulado? La gente sencilla, al igual que los pastores, sabe que necesitamos a Dios. Ciertamente somos los suficientemente sencillos para declarar nuestra libertad a Dios.

Se dice que los pastores de Belén pueden haber sido quienes elevaban los corderos puros que se ofrecían a Dios como sacrificio en el Templo todas las mañanas y las noches. Es una idea interesante: los pastores que cuidaban los corderos del Templo fueron los primeros en ver al Cordero de Dios que sería asesinado para redimir los pecados del mundo. Existe una conexión entre Belén y El Calvario. Treinta y tres años más tarde, en la cruz de un criminal en un monte a las afueras de Jerusalén, murió el mismo Salvador. Una sombra recubrió la Tierra y el velo del Templo se rasgó. Al momento de su muerte, al igual que en su nacimiento, hubo pobreza y poesía. Hubo sufrimiento y el ademán divino: el sol se eclipsó y el velo del Templo se abrió en dos.

En la historia del nacimiento y la muerte del Hijo de Dios existe pobreza extrema y hay también poesía divina. Existe la realidad humana predecible, como el censo para pagar tributo y vemos también la sorpresa descolocada de la aparición de Dios a los pastores. No había lugar en la posada en Belén, ¡pero los ángeles fueron a cantar! Lo mataron en la cruz de un criminal, pero el velo del Templo se rasgó a modo de protesta. ¿Acaso podemos ignorar a un Dios de pobreza y poesía?

Incluso ahora Jesús se encuentra entre nosotros en sencillez y pobreza. Sólo tenemos que mirarnos a los ojos y examinar nuestras almas para atrapar una visión fugaz de Jesús en nuestra vida cotidiana. Y ¿acaso no es cierto que de vez en cuando nos sorprende con alguna maravilla?

Y sin embargo, la contradicción prosigue: en nuestro propio país, se priva a millones de bebés inocentes y sin voz de su derecho a la vida: se aborta la vida humana real. Los pobres indigentes continúan desamparados, el racismo sobrevive y muchos se sienten aterrorizados por la pobreza de la soledad. Permitimos la promiscuidad. Los capos de la droga victimizan a los solitarios, especialmente a nuestra juventud. Jesús se encuentra entre nosotros aun hoy en día, en estos iconos de sufrimiento.

En la posada en Belén no había lugar para Jesús. Hubo lugar para él en una cruz. Deseaba un lugar en los corazones superpoblados de nuestra familia humana y no pudo hallarlo. Y su búsqueda continúa. ¿Acaso abrimos nuestros corazones para aceptarlo? Si queremos verlo en el prójimo, primero debemos encontrarlo en la oración y en los sacramentos de la Iglesia. No hay otra forma.

En la historia de Belén de Jesús, e incluso en la historia de la cruz, existe un ademán divino y la razón de nuestra alegría en Navidad. El bebé de Belén fue y es el Salvador del mundo. Jesús conquistó el pecado y la muerte en la cruz. El máximo ademán divino es la victoria de Jesús sobre la muerte. Todo comenzó en ese establo en Belén.

Recemos por la sencillez de corazón, mente y alma de los pastores, para que podamos arodillarnos ante Cristo y decir: “Jesús, te necesito.”

¡Este es mi deseo de Navidad y mi oración para todos nosotros! †

 

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