Buscando la
Cara del Señor
La modestia nos ayuda a vivir según el plan de Dios
Recientemente después de Misa en una de nuestras parroquias una mujer me dijo que con la llegada de la primavera y el verano debía decirles a los feligreses que se vistieran modestamente cuando fueran a la Iglesia.
Debo señalar que la modestia debería ser una característica demostrada en todo momento, no solamente “en la iglesia”, de modo que abordaré este tema tan delicado en dos partes. Una cosa es hablar sobre cómo nos comportamos en la iglesia. Hablar sobre la modestia a la hora de vestirse es otro tema.
Si uno sigue las directivas litúrgicas recientes, tanto de la Santa Sede como de la Conferencia de Obispos Católicos de EE.UU., uno de los temas de discusión se refiere al sentido de lo sagrado y del respeto que merece la celebración de la liturgia y en particular, la Eucaristía.
En las últimas décadas, la reforma de la liturgia ha fomentado la conciencia de que nos reunimos para celebrar la Misa como comunidad. De hecho, la carta apostólica más reciente del Papa Benedicto XVI sobre la Eucaristía, se refiere a ella como el “Sacramento de la Caridad.”
El ideal de promover una participación activa en la Eucaristía ha conllevado a un cierto tipo de presencia informal en la Misa. Asimismo, considero que la creación de las Misas de los sábados y los domingos en la tarde (para hacer la Eucaristía más accesible), quizás haya despertado en algunos la sensación de que éstas son celebraciones más “informales” o “según su conveniencia.”
Tal vez se nos haya pasado la mano. La carencia del sentido de lo sagrado es una pérdida. Es esencial que recordemos el principio de que la forma cómo celebramos la Eucaristía afecta cómo creemos en el sacramento y qué creemos.
La participación activa no significa meramente que participemos en un evento de socialización con unos amigos. El banquete de la Eucaristía que nos une también celebra un misterio increíble. Cada vez que se celebra la Misa, el sacrificio de Cristo se representa en el misterio; éste constituye el evento decisivo de nuestra salvación.
Es importante poder tener mayor acceso a este obsequio tan maravilloso. Pero también lo es demostrar un temor reverencial. La participación activa comprende escuchar respetuosamente la Palabra de Dios, respondiendo a los cánticos, así como estar atentos al misterio eucarístico y recibir de modo adecuado la Comunión. Esto requiere un cierto grado de compostura, sosiego y silencio.
La arquitectura de nuestras iglesias más modernas presenta un nártex o espacio de reunión destinado a la socialización y conversación antes y después de la Misa.
San Carlos Borromeo les dijo una vez a sus sacerdotes que si se está verdaderamente distraído durante la Misa, tal vez debería preguntarse qué estaba haciendo antes en la sacristía. La necesidad de compostura y concentración se aplica a todos nosotros. Parte de dicho sosiego y compostura ciertamente incluye cómo nos vestimos y en el hecho de si consideramos que estamos participando en algo especial.
Esto me lleva al tema de la vestimenta. Existe una diferencia entre la vestimenta informal y la modestia. Sin duda, una vestimenta informal es más aceptable en nuestra cultura y esto no tiene nada de malo.
Pero me da la impresión de que, debido a lo que se toma hoy en día como aceptable desde el punto de vista cultural y social en lo atinente a la ropa, muchas persona se han vuelto inmunes a la modestia.
El término “modestia” en sí ha desaparecido prácticamente del vocabulario común; su uso avergüenza a algunas personas.
He comentado anteriormente que muchas veces me sorprende que algunos padres permitan que sus hijas se presenten al sacramento de la confirmación en trajes que están muy lejos de ser presentables, ropa que según los estándares comunes no serían aceptables en ninguna situación.
Algunos padrinos y padres se visten de modo similar. Su falta de vergüenza me hace cuestionarme si tal vez no serán conscientes de la falta de recato de su ropa, aunque esto me parecería sorprendente.
Aparentemente el modo de vestir predominante entre las jóvenes es simplemente aceptado por muchos. Entiendo que este es un tema muy delicado para tratar con padres y madres. Algunos me dicen que es difícil encontrar ropa modesta para sus hijas. Otros argumentan que simplemente no pueden ganar la discusión ya que los jóvenes se preocupan mucho por la moda. Y también hay aquellos que me miran como si estuviera irremediablemente desconectado de la realidad.
Sin embargo, este es un tema serio. “La modestia es una virtud necesaria para la pureza. Se deriva de las virtudes de la moderación, la castidad y el autocontrol. Una persona modesta se viste, habla y actúa de un modo que fomenta y fortalece la pureza y la castidad, no de un modo que tiente o invite comportamientos sexuales pecaminosos. La modestia protege el misterio de la persona a fin de evitar la explotación del otro… La modestia garantiza y promueve la pureza de corazón, un don que nos permite ver el plan de Dios para las relaciones personales, la sexualidad y el matrimonio” (Catecismo Católico de Estados Unidos para Adultos, USCCB, pp. 441-42).
Ciertamente el estímulo de las virtudes de la modestia y la pureza de nuestra Iglesia es un símbolo de contradicción en una sociedad plagada por el erotismo. El maravilloso misterio de la persona humana está en juego y eso tiene graves consecuencias. †