Buscando la
Cara del Señor
La Confirmación ofrece un crecimiento de la gracia bautismal
La temporada de la Cuaresma es tradicionalmente la época en la cual destacamos los tres sacramentos que se denominan los sacramentos de la iniciación.
El bautismo nos hace miembros del Cuerpo de Cristo. El sacramento de la Confirmación acrecienta y profundiza la gracia bautismal. La Eucaristía perfecciona nuestra unión con Cristo y “conforma la Iglesia.”
La importancia del bautismo y de la Eucaristía es algo que está bastante bien asimilado. El sacramento de la Confirmación no es algo que se asimile tan fácilmente.
De hecho, un número importante de personas no ha recibido nunca la Confirmación. Me parece que no comprenden su significado. Puede que aquellos que hayan recibido el sacramento tengan sólo una idea parcial de lo que representa.
Resulta muy fácil pensar que, en general, recibir los sacramentos es algo que tiene que ver con nosotros y nuestras acciones. Es importante recordar que los sacramentos son dones de Dios que recibimos por Su propia iniciativa.
Los sacramentos de la Iglesia confieren la gracia de Dios. Son signos exteriores del don de Dios para impulsarnos en el camino al Reino del Cielo para estar con Él, para proporcionarnos fuerza y energía “para mantenernos en el camino,” en la travesía, y para avanzar hacia la santidad.
El llamado a la santidad proviene de Dios, no de nosotros. Dios nos ama primero; nosotros respondemos a Su amor y sin Su amor, seríamos indefensos.
Nuestra tendencia es pensar lo contrario. Estamos tan acostumbrados a hacer que las cosas sucedan por cuenta propia, o al menos con la ayuda de otras personas humanas, que casi inconscientemente pensamos que podemos lograr la santidad por nuestra propia iniciativa.
Dios nos concede facultades a través de su Espíritu Santo. Con toda seguridad, tenemos un papel que desempeñar: nuestra tarea es estar abiertos a Su gracia, buscarla y aceptarla.
Algunos de los candidatos al sacramento de la Confirmación me escriben sobre sus intenciones al recibir el sacramento. A veces pareciera que consideran que deben poner en marcha su llamado a la santidad por sí solos. Con mucha frecuencia ven el sacramento como si les correspondiera a ellos la tarea de decidir si desean continuar siendo católicos. Puede que sea una buena intención, pero no es toda la historia.
Una carta escrita por un joven, Ben, llega a estar cerca de abarcar el significado completo del sacramento. Escribió:
Querido Arzobispo Buechlein:
Le escribo para hacerle una pregunta muy importante. ¿Aceptaría usted que me convirtiera en miembro completo de la Iglesia Católica? A medida que he ido creciendo, he querido participar más en la Iglesia. Deseo profundizar mi fe para beneficiar a los demás.
La Iglesia ha sido la base de mis valores y mis creencias. Trato de mantener puros mis pensamientos. También en la escuela trato de mantenerme alejado de aquellos que causan problemas.
En abril los jóvenes de mi iglesia asistirán a un retiro. Esperemos que sea una buena experiencia.
Algún día seré un adulto. Como adulto, deseo ser cristiano porque mi conciencia guía mis hábitos y mis hábitos están influenciados por mis valores morales. Mis valores morales provienen de la Iglesia.
Atentamente, Ben
La carta de Ben es buena. Pareciera entender que la Confirmación perfecciona la plenitud de su bautismo y que además el sacramento perfecciona la plenitud de su relación con la Iglesia.
Expresa una conciencia madura sobre su participación como miembro de la Iglesia. Estoy seguro de que entiende que la Iglesia es la representación del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Asimismo, entiende que los dones del Espíritu Santo se entregan para ayudarlo a “beneficiar a los demás.” Es decir, el Espíritu lo faculta para ayudarle a difundir la fe.
Ben cuenta con que el sacramento lo fortalecerá para vivir una vida positiva y, si bien no dice estas palabras, para hacerse santo.
En la sección sobre el sacramento de la Confirmación, el Catecismo de la Iglesia Católica describe el sentido de lo que queremos expresar cuando decimos “la Confirmación confiere crecimiento y profundidad a la gracia bautismal:
- nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir ‘¡Abbá, Padre!’
- nos une más firmemente a Cristo;
- aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo;
- hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia;
- nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz” (#1303).
“Si a veces se habla de la Confirmación como del ‘sacramento de la madurez cristiana,’ es preciso, sin embargo, no confundir la edad adulta de la fe con la edad adulta del crecimiento natural, ni olvidar que la gracia bautismal es una gracia de elección gratuita e inmerecida que no necesita una ‘ratificación’ para hacerse efectiva” (#1308).
Fuera de ello, la carta de Ben refleja muy bien el Catecismo.
(Si desea recibir la Confirmación, le ruego que hable con su pastor). †