Buscando la
Cara del Señor
Relájese, reduzca la velocidad y busque a Dios
Con la proximidad del verano, sería aconsejable pensar en reducir un poco la velocidad de la vida, por lo menos desde el punto de vista de todas aquellas cosas del trabajo diario que tienden a hacer de nuestras vidas un poco ansiosas y agitadas.
Si no nos ponemos a un lado para medir lo que realmente importa, tenemos la tendencia a sentir como si comenzáramos a “correr con el tanque vacío.” La llegada de la primavera trajo consigo el resurgimiento de la esperanza tan necesitada por todos nosotros, pero de aquí a principios del verano es una buena idea reforzar nuestro espíritu de la esperanza.
¿Qué hacer? Las actividades físicas tienden a aumentar en la época de verano y eso no es del todo malo, siempre y cuando no nos excedamos por ese lado. Algunos de ustedes los padres, han enumerado los horarios de fútbol y béisbol de sus hijos, y yo sé que eso significa planificación adicional. Yo no sé cómo ustedes mantienen las cosas en orden, mucho menos cómo hallan el tiempo para relajarse.
Algunos de ustedes me han pedido que interceda por lo menos con respecto a la planificación que es manejada por nuestro Organizador de la Juventud Católica o la programación de la parroquia. Yo lo siento, pero ésa es una intervención que yo creo que no quiero asumir. Si usted piensa sobre eso, yo creo que usted puede entender.
El hecho es que cada uno de nosotros tiene que tomar decisiones personales sobre cómo podemos encontrar un paso razonable para nuestras vidas y las de nuestros hijos. Yo dudo que cualquiera de nosotros encuentre una forma fácil de hacerlo.
Hace muchos años, una de mis personas favoritas, San Anselmo, arzobispo de Canterbury, nos dio un buen consejo que nos puede ser útil en vísperas de planificar las actividades de verano. Él escribió: “Hombre insignificante, escapa de tu negocio cotidiano por un corto rato, escóndete por un momento de tus inquietos pensamientos. Apártate de tus agitaciones y problemas y preocúpate menos de tus tareas y labores. Haz un poco de tiempo para Dios y descansa un rato en Él” (De Proslogion; Cf. Viernes Oficina de Lecturas, Primera Semana de Adviento).
Observe que con un toque de realismo, San Anselmo dijo “el escape por un corto rato,” y procedió a recomendar cómo escapar. “Entra en la cámara interior de tu mente. Cierra las puertas a todo menos a Dios y cualquier cosa que te ayuda a buscarlo; y cuando hayas cerrado la puerta, búscalo. Ahora habla con Dios y dile con todo tu corazón: busco tu cara; tu cara, Señor, es lo que yo deseo. Señor, mi Dios, enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte.”
No necesitamos horas y horas de tiempo libre para escapar en la cámara interna de nuestra mente. Pero necesitamos tomar la consciente decisión de tomar unos pocos minutos al día para hacer ese viaje buscando a Dios en nuestros corazones. Esto hará la diferencia.
Los consejos reales de San Anselmo continúan: “¿Señor, si estas aquí, dónde te puedo buscar en tu ausencia? Es más, si tú estas por todas partes, ¿por qué no te veo cuándo estas presente? Pero ciertamente habitas en la ‘inalcanzable luz’. Y, ¿dónde está la inalcanzable luz? ¿Cómo me debo acercar a la inalcanzable luz? O, ¿quién me guiará y me traerá a ella para que yo pueda verte allí? Y entonces, ¿por cuáles signos y bajo qué formas te buscaré? Yo nunca te he visto, Señor mi Dios; yo no conozco tu cara.”
Nuestra tarea y desafío es tomarnos el tiempo y encontrar un lugar relativamente callado para entrar en la cámara interna de nuestra mente. Sólo el Señor nos puede mostrar su cara; nosotros no podemos hacer esa parte. Así que San Anselmo nos dijo cómo rezar. “Mira entre nosotros, Señor, óyenos e ilumínanos, muéstranos a ti mismo. … Enséñame a buscarte, y cuando yo te busque muéstrate ante mí, porque yo no puedo buscarte a menos que me enseñes cómo, ni yo puedo encontrarte a menos que tú te muestres ante mí. Permíteme buscarte deseándote y el desearte al buscarte, encontrarte en el amarte y amarte en el encontrarte.”
Realmente, no es probable que la vida reduzca mucho la velocidad, ni aún en los días más relajados del verano. Pero, nosotros podemos encontrar nuestros espíritus llenos de esperanza si nos apartamos a un lado—aunque sea por unos pocos minutos—y nos colocamos en la presencia de Dios. Allí podemos encontrar la esperanza porque ante Dios nuestro horizonte en el viaje de la vida se prolonga más allá de nuestro propio pequeño mundo.
Necesitamos ver ese horizonte más grande y la luz de la gracia de Dios permite que esto pueda pasar. Nuestra parte es buscar al Señor. Él está tan cerca como la cámara interna de nuestras mentes y corazones. †