Alégrense en el Señor
Las enseñanzas de la Biblia y de la Iglesia sobre la familia
Durante los meses de septiembre y octubre escribiré acerca de la familia. Este es un tema serio y oportuno ya que la Iglesia se prepara para el Sínodo Extraordinario de los Obispos que se celebrará en Roma del 5 al 19 de octubre. He aquí algunas de las preguntas que estaré abordando:
¿Cuál es el plan de Dios para la familia? ¿Qué nos dice la Biblia y las enseñanzas de la Iglesia acerca del significado del matrimonio y de la vida familiar? ¿Por qué la perspectiva cristiana de la familia resulta tan difícil de comprender y aceptar hoy en día? ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para fomentar una comprensión más profunda y una aceptación más plena del carácter sacramental del matrimonio cristiano y de la función indispensable que desempeña la familia como cimiento de la Iglesia y de la sociedad humana?
Comencemos con la Biblia, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento. ¿Qué nos dicen las sagradas escrituras acerca del matrimonio y de la familia? En esta breve columna no es posible proporcionar una respuesta detallada o integral.
La Biblia sagrada no es un solo libro sino un compendio de muchos volúmenes, poemas, oraciones, cartas y otras formas de expresión escrita (como los Evangelios) que creemos que fueron producto de la inspiración del Espíritu Santo y que revelan, de muchas formas distintas, la historia de nuestra salvación que creemos que incluye el plan de Dios para la familia.
Comenzando por el Libro del Génesis, la Biblia nos enseña que hombres y mujeres son compañeros e iguales, creados a imagen y semejanza de Dios, y que están destinados a unirse “en una sola carne” en el vínculo sagrado de intimidad que llamamos el matrimonio.
El Génesis también nos dice que, juntos, hombres y mujeres están llamados a proseguir con la obra de la creación de Dios, tanto como “procreadores” (al engendrar hijos) como “administradores” (guardianes o cuidadores) que ejercen dominio sobre todas las cosas, seres vivientes y objetos inanimados. Estas dos funciones fundamentales, la procreación y la administración, se llevan a cabo dentro de la unidad social básica que denominamos la familia.
En el Antiguo Testamento no se define la familia con precisión sino que el concepto está implícito en las escrituras de los autores sagrados. La unión de un hombre y una mujer es esencial para cumplir con el plan de Dios para la humanidad y toda la creación. Los hijos son una bendición y la unidad familiar (inclusive la familia ampliada) existen para proporcionar una estructura (una “escuela de amor”) en la que puedan criarse satisfactoriamente los hijos y que sirve de marco para participar en las estructuras sociales en las que viven (tribus, clanes, poblados o ciudades).
Como todo, el plan de Dios para el matrimonio y la vida familiar se vio gravemente perjudicado por el pecado humano. Los pecados mutuos de Adán y Eva rompieron el vínculo indisoluble entre los cónyuges. Los lazos familiares se resquebrajaron aún más cuando Caín asesinó a su hermano Abel. Y las escrituras dicen que seis generaciones después de la caída Lamec tuvo dos esposas (Gn 4:19), lo que quizás fuera una necesidad cultural, pero ciertamente no era el ideal establecido por Dios.
De hecho, a lo largo de la mayoría del Antiguo Testamento vemos cómo se aclara el plan original de Dios para la familia. Incluso los personajes principales del Antiguo Testamento (como David y Salomón) tuvieron dificultades para preservar los valores que sabían que Dios les había ordenado.
Los Evangelios y los demás libros del Nuevo Testamento dan testimonio de una “restauración” del diseño de Dios para el matrimonio y la vida familiar. Jesús reafirma el carácter indisoluble del contrato del matrimonio y al mismo tiempo ofrece perdón y esperanza a aquellos que han pecado contra este. San Pablo insiste en que el matrimonio cristiano es una imagen del amor de Cristo por su Iglesia y en su Carta a los Efesios (ver capítulos 5 y 6) reconoce los desafíos que enfrentan los esposos, las esposas y los hijos a medida que luchan para vivir según el plan de Dios para ellos, a pesar de los esfuerzos constantes del inicuo para frustrar su determinación.
Desde el principio de los tiempos, las familias han tenido dificultades para mantenerse fieles al plan de Dios. La Iglesia enseña sistemáticamente que el matrimonio es un sacramento (un signo de la gracia de Dios que materializa lo que significa). Incluso en contra del poder del mal obrando en su contra, la familia sobrevive. “El futuro de la humanidad se fragua en la familia,” escribió el papa Juan Pablo II. “Por consiguiente es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se esfuerce por salvar y promover los valores y exigencias de la familia” (Familiaris Consortio, Exhortación apostólica sobre la familia, #86).
La Biblia nos revela el plan de Dios para la familia, pero jamás sugiere que la implementación de este plan será sencilla. Únicamente la gracia de Dios hace posible el matrimonio y la vida familiar. Oremos para que el Espíritu Santo sustente a nuestras familias en su vocación de procreadores y administradores, de conformidad con el plan de Dios. †
Traducido por: Daniela Guanipa