January 23. 2015

Alégrense en el Señor

Oremos por el abominable crimen del aborto

Archbishop Joseph W. TobinEn su exhortación apostólica, “Evangelii Gaudium” (“La alegría del Evangelio”), el papa Francisco escribe: “Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos.” Se lamenta de que “hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo. Frecuentemente, para ridiculizar alegremente la defensa que la Iglesia hace de sus vidas, se procura presentar su postura como algo ideológico, oscurantista y conservador,” expresa el Papa. “Sin embargo, esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano. Supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo,” comenta el Santo Padre. [Un ser humano] “Es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades. Si esta convicción cae, no quedan fundamentos sólidos y permanentes para defender los derechos humanos, que siempre estarían sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno” (#213). Sabemos que a menudo la decisión de practicarse un aborto es trágica y dolorosa. La mujer que emprende esta acción desesperada, normalmente se encuentra bajo una enorme presión, alentada por estructuras sociales evidentemente pecaminosas.

Tal como expresa el papa Francisco, es importante hacer más que “acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias, particularmente cuando la vida que crece en ellas ha surgido como producto de una violación o en un contexto de extrema pobreza” (#214).

Pero el Papa realiza una importante aclaratoria: “no debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión.” Y añade: “Quiero ser completamente honesto al respecto. Éste no es un asunto sujeto a supuestas reformas o ‘modernizaciones’ ” (#214).

Si bien es importante ser siempre misericordiosos, compasivos y sensibles ante el sufrimiento de todos los involucrados, jamás podemos justificar el asesinato deliberado de un niño que no ha nacido, independientemente de las circunstancias extremas.

Tal como escribió San Juan Pablo II en su encíclica “Evangelium Vitae” (“El Evangelio de la vida”): “El aborto procurado es la eliminación deliberada y directa, como quiera que se realice, de un ser humano en la fase inicial de su existencia, que va de la concepción al nacimiento. La gravedad moral del aborto procurado se manifiesta en toda su verdad si se reconoce que se trata de un homicidio y, en particular, si se consideran las circunstancias específicas que lo cualifican. Quien se elimina es un ser humano que comienza a vivir, es decir, lo más inocente en absoluto que se pueda imaginar: ¡jamás podrá ser considerado un agresor, y menos aún un agresor injusto! Es débil, inerme, hasta el punto de estar privado incluso de aquella mínima forma de defensa que constituye la fuerza implorante de los gemidos y del llanto del recién nacido. Se halla totalmente confiado a la protección y al cuidado de la mujer que lo lleva en su seno” (#58).

Como personas y como sociedad, nuestra obligación solemne es defender al inocente y el niño indefenso que no ha nacido.

Las sagradas escrituras afirman repetidamente el valor de la vida humana y nos recuerdan que “desde el seno materno” todos los seres humanos pertenecen a Dios, quien los busca y los conoce desde el momento en que se están formando, y los entreteje con sus propias manos (Salmos 139).

El asesinato deliberado de un ser humano inocente dentro del vientre de su propia madre, es un acto que jamás será admisible. “Ninguna circunstancia, ninguna finalidad, ninguna ley del mundo podrá jamás hacer lícito un acto que es intrínsecamente ilícito, por ser contrario a la Ley de Dios, escrita en el corazón de cada hombre, reconocible por la misma razón, y proclamada por la Iglesia” (“Evangelium Vitae,” #62).

“Ante una situación tan grave –expresa San Juan Pablo II– se requiere más que nunca el valor de mirar de frente a la verdad y de llamar a las cosas por su nombre, sin ceder a compromisos de conveniencia o a la tentación de autoengaño” (“Evangelium Vitae,” #58).

Debemos hablar acerca de este crimen abominable. Y debemos utilizar un lenguaje claro, que sea sensible y compasivo, pero que no ponga en riesgo la verdad fundamental de que toda la vida es sagrada, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural.

Al cumplirse otro triste aniversario de la terrible decisión en contra de la vida tomada por la Corte Suprema de Estados Unidos, en el juicio Roe v. Wade, unámonos al papa Francisco, a toda la comunidad católica y a las personas de buena voluntad de todo el mundo en una oración para que, con la intercesión de la Virgen María y de todos los santos, se ponga fin al abominable crimen del aborto, hoy y para siempre.
 

Traducido por: Daniela Guanipa

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