Alégrense en el Señor
Tres palabras que reflejan los valores del Evangelio y que pueden transformar la vida familiar
Cuando los líderes de todas las regiones del mundo se reúnan en Roma para el Sínodo de la familia, se debatirán muchas cuestiones complejas e importantes. Las familias enfrentan enormes desafíos hoy en día, especialmente dado el poder de influencia que tiene nuestra cultura contemporánea sobre las mentes y los corazones de los jóvenes.
Hoy, especialmente a consecuencia de la influencia de las redes sociales y de lo que podríamos denominar “la cultura de la tecnología” que compite con todas las demás formas de influencia cultural, ya no podemos mantenernos aislados de lo que sucede a nuestro alrededor, para bien o para mal.
Por ejemplo, cuando la pornografía se encuentra instantáneamente a disposición de los jóvenes con tan solo unos clics, a través de los llamados “teléfonos inteligentes,” resulta muy difícil proteger a niños y adolescentes de estas imágenes dañinas. Eso hace que la labor de criar hijos responsablemente se convierta en todo un desafío.
El documento de trabajo del Sínodo (Instrumentum Laboris) dedica toda una sección a la vocación a la vida familiar. La Iglesia, reconociendo que el matrimonio y la familia son obsequios de Dios, invita a las parejas unidas en el sacramento del matrimonio a estar abiertas a la gracia de Dios y al apoyo que proviene de una comunidad de fe que puede ayudar a que las familias resistan las fuerzas culturales destructivas.
El documento de trabajo del Sínodo cita al papa Francisco para brindar consejos muy prácticos para las familias. He aquí una de las citas que más me gustan:
El papa Francisco afirma que en la puerta de entrada de la vida de la familia, “están escritas tres palabras […]: “permiso,” “gracias,” y “perdón.’ ”
En efecto, estas palabras abren camino para vivir bien en la familia, para vivir en paz. Son palabras sencillas, pero no tan sencillas de llevar a la práctica. Encierran una gran fuerza: la fuerza de custodiar la casa, incluso a través de miles de dificultades y pruebas; en cambio si faltan, poco a poco se abren grietas que pueden hasta hacer que se derrumbe (Francisco, Audiencia general, 13 de mayo de 2015).
El sacramento del matrimonio, en definitiva, abre un dinamismo que incluye y sostiene los tiempos y las pruebas del amor, que requieren una maduración gradual alimentada por la gracia (La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo, Instrumentum Laboris, #43).
Estas tres palabras tan sencillas pueden marcar una gran diferencia porque representan los valores que constituyen el núcleo de la forma de vida cristiana de los católicos. Si los padres practican estas virtudes y enseñan a sus hijos a hacer lo mismo, podrán superar las influencias negativas de nuestra cultura seglar y tecnológica. Al seguir el ejemplo de Jesús y de los santos, las familias aprenden a vivir en el mundo y a romper las ataduras culturales que provocan el pecado y el egoísmo y que hacen que la vida sea tan difícil.
“Permiso” expresa la dignidad y el respeto que debemos a los demás: cónyuges, hijos, abuelos, hermanos, amigos, vecinos, extraños e incluso enemigos. Si enseñamos a los niños, mediante nuestras palabras y nuestros ejemplos, a ser siempre respetuosos, resistirán la tentación de utilizar a las demás personas como objetos para sus propios fines egoístas. Y demostrarán un respeto similar por el medioambiente, por la propiedad ajena y por la verdad misma.
“Gracias” indica que no se limitan a ser personas que toman si no que son receptores agradecidos llamados a cultivar, respetar y compartir todos los dones que Dios nos ha entregado. Las expresiones sencillas de gratitud demuestran que no menospreciamos las cosas o a las personas, sino que estamos conscientes de todo lo que se nos ha obsequiado. Como cristianos, nuestra oración más profunda es la eucaristía que proviene de una palabra griega que significa dar gracias. La gratitud es un aspecto fundamental de nuestra identidad como cristianos y mientras más digamos “gracias” en nuestras relaciones con los demás, más felices seremos.
“Perdón” es a veces la palabra más difícil de pronunciar, especialmente para con aquellos cercanos a nosotros. Es cierto que muy a menudo lastimamos a las personas que amamos a través de nuestro egoísmo, nuestra falta de sensibilidad y por no ser las personas que estamos llamadas a ser. Nadie es perfecto; ninguno de nosotros está libre de pecado. Necesitamos pedir que nos perdonen y debemos perdonar a aquellos que nos han ofendido. Si podemos salir de nuestro estado de negación y buscar el perdón, podremos ser libres.
Permiso. Gracias. Perdón. Estas palabras representan los valores del Evangelio, y aunque son sencillas, no son fáciles; ellas constituyen los cimientos de la auténtica vida cristiana y a menudo van en contra de la cultura.
Oremos para que hoy y siempre las familias tengan éxito al dar testimonio de estos valores fundamentales del Evangelio, aun a pesar de los obstáculos. †
Traducido por: Daniela Guanipa