Cristo, la piedra angular
El Adviento celebra a María, madre de nuestro Salvador
“Oh María, siempre Virgen, alégrate, tú que fuiste digna de dar a luz a Cristo, el Creador del cielo y de la tierra; porque de tu seno vino el Salvador del mundo, aleluya.” (Antífona mariana, traducida del latín al inglés por James Monti)
Hoy, 10 de diciembre, honramos a la Santísima Virgen María bajo la advocación de Nuestra Señora de Loreto. Se trata de una fiesta mariana menor, sobre todo teniendo en cuenta la solemnidad de la Inmaculada Concepción, que celebramos el 8 de diciembre, y la popular fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, que normalmente se celebra el 12 de diciembre, excepto cuando cae en domingo, como ocurre este año durante el tercer domingo de Adviento.
La leyenda en torno a Nuestra Señora de Loreto relata la historia de los ángeles que preservaron milagrosamente la casa de Nazaret donde María le dijo por primera vez “sí” al Arcángel Gabriel y aceptó convertirse en la madre de nuestro Salvador. El relato señala que la casa estaba amenazada de destrucción en la época de las cruzadas, por lo que los ángeles la transportaron a la ciudad italiana de Loreto el 10 de diciembre de 1294, donde ahora está consagrada en una basílica.
Los historiadores creen que esta leyenda tiene algo de verdad. Los documentos del archivo vaticano revelan que en el siglo XIII una familia de nobles bizantinos, los Angeli, rescataron de los invasores musulmanes “materiales” de la “Casa de Nuestra Señora” de Nazaret y los hicieron transportar a Italia para construir un santuario en la ciudad de Loreto. Esta familia, cuyo nombre significa “los ángeles,” intentaba conservar lo que creían que era la casa de María. Sus esfuerzos se convirtieron en el origen de la leyenda de Loreto.
Independientemente de su historia, la Santa Casa de Loreto sigue siendo, en palabras de san Juan Pablo II, “el principal santuario de importancia internacional dedicado a la Santísima Virgen.” Muchos santos, entre ellos san Francisco de Sales, san Luis de Montfort y san Carlos Borromeo, consideraron que este santuario era un digno recuerdo del fiat de María y del jubiloso misterio de la Anunciación.
El Adviento celebra a María en sus múltiples funciones antes, durante y después de la encarnación, muerte y resurrección de nuestro Señor. El “sí” de María a la voluntad de Dios la convierte en la madre de nuestro Salvador. Por su presencia al pie de la cruz, Jesús la consagra como nuestra madre. Su piadosa participación en la formación de la Iglesia como una, santa, católica y apostólica en Pentecostés convirtió a María en la primera discípula misionera, el modelo para todos los que queremos seguir las huellas de su Hijo.
Ya sea que nos dirijamos a ella como la Inmaculada Concepción, Nuestra Señora de Guadalupe, Nuestra Señora de Loreto, o cualquiera de los cientos de títulos que se le han dado amorosamente a la Santísima Virgen María durante los últimos 2,000 años, reconocemos que esta sencilla mujer que ocupó un humilde hogar en una pequeña aldea ubicada en una oscura región del mundo fue alguien extraordinario. Ahora se la exalta por su humildad; se la ensalza como Reina del Universo, y nosotros la aclamamos como Madre de nuestro Redentor, porque se entregó por completo al niño que Dios le confió en las circunstancias más humildes.
Durante esta época especial del año, reconocemos el profundo anhelo que tenemos por el regreso de Cristo nuestro Salvador. Para muchos, los más de 20 meses de pandemia han hecho una gran mella, y experimentamos intensamente el deseo de consuelo, curación y esperanza. Nos dirigimos a nuestra Santísima Madre María con confianza en su capacidad para ayudarnos e inspirarnos, especialmente en los momentos de duda y desesperación.
La humilde morada que ha llegado a ser conocida como “la Santa Casa de Loreto” es símbolo del refugio que buscamos en tiempos inciertos como los que atravesamos. Allí, María de Nazaret vivió tranquila pero segura; allí rezó, trabajó y meditó sobre la Palabra de Dios que comunicaba el amor de Dios por su pueblo elegido. Allí fue donde María aceptó su destino con valentía, fidelidad y profundo amor.
Al entrar en las últimas semanas del tiempo de Adviento y en este tiempo particularmente especial de preparación para el Sínodo de los Obispos de 2023, pidamos a María que camine con nosotros. Que, por su intercesión, estemos dispuestos a encontrar a Jesús en la Palabra, los sacramentos y la atención a las esperanzas y los sueños de los demás. Que nuestra amorosa madre, Nuestra Señora de Loreto, nos ayude a discernir la voluntad de Dios para cada uno de nosotros y para nuestra Iglesia.
Que nuestras oraciones de Adviento resuenen ahora con una expectativa llena de esperanza, según las palabras de san Pablo: “Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense! El Señor está cerca” (Fil 4:4-5). †