Cristo, la piedra angular
Únete al llamado de compartir nuestra fe eucarística con el mundo
El Señor ha invitado a la Iglesia de Estados Unidos a una temporada de profunda renovación en la sagrada Eucaristía y a través de ella.
En noviembre de 2021, la Conferencia de Obispos Católicos de EE. UU. aprobó el Congreso Eucarístico Nacional como el momento cumbre de un Avivamiento Eucarístico Nacional, el cual se lanzó oficialmente en junio de 2022 con el objetivo de revitalizar la fe en los corazones de los católicos de todo Estados Unidos. A partir de entonces, este movimiento ha dado a luz a iniciativas locales que han transformado vidas y se han organizado peregrinaciones y encuentros sin precedentes inspirados por el Espíritu Santo.
Creemos que el Espíritu Santo sigue pidiéndoles a los católicos de todo el país que respondan a cuatro invitaciones. La primera se refiere a un encuentro renovado con QUIÉN adoramos. La segunda invitación nos llama a descubrir en mayor profundidad POR QUÉ adoramos a Jesús en la Eucaristía y qué significa este increíble don; la tercera nos llama a prestar una renovada atención a CÓMO adoramos. Y la cuarta y última invitación se centra en QUÉ hacemos en respuesta a todo esto: actuar según nuestra fe, llevar a Cristo a los demás y propagar la llama del avivamiento.
Esta cuarta invitación—QUÉ hacemos como respuesta—es el tema central de la actual fase de la “misión” del Avivamiento Eucarístico Nacional. Tiene que ver con nuestro compromiso de llevar a cabo la misión que recibimos en nuestro bautismo y que se renueva cada vez que recibimos al Señor Jesús (cuerpo y sangre, alma y divinidad) en la sagrada Eucaristía.
El 10.o Congreso Eucarístico Nacional fue un momento decisivo para nuestra generación y fue también el comienzo de un nuevo capítulo para la Iglesia en Estados Unidos.
La Arquidiócesis de Indianápolis tuvo el honor de acoger esta impresionante reunión de más de 50,000 discípulos misioneros. Por primera vez en casi un siglo, la Iglesia católica de todos los rincones de Estados Unidos se reunió en un mismo lugar. Más que un simple retiro o conferencia, el Congreso Eucarístico Nacional fue un momento trascendental tanto en la historia de Estados Unidos como en el legado de la Iglesia católica.
El 10.o Congreso Eucarístico Nacional fue la continuación de la fe viva sobre la que se construyó la Iglesia católica en Estados Unidos. Ahora que se ha llevado a cabo con éxito, podemos, y debemos, continuar la labor de compartir el mayor don que la humanidad ha recibido jamás. El congreso fue un punto culminante dentro del Avivamiento Eucarístico Nacional, y este trabajo continúa ahora con renovado entusiasmo y gran alegría.
El verano pasado, miembros de nuestra familia católica de los cuatro rincones del país y más allá se reunieron para experimentar una renovación profunda y personal a través del poder del amor de Cristo. Como un nuevo Pentecostés, esta transformación emanó desde Indianápolis para reavivar nuestras comunidades locales al tiempo que toda la Iglesia ratificaba la fuente de su primer amor: la Eucaristía, origen y cumbre de nuestra fe y de nuestra vocación al discipulado misionero. Al concluir el Congreso Eucarístico, se nos envió en misión para escuchar y acompañar a nuestras hermanas y hermanos mientras y al mismo tiempo compartir nuestra fe eucarística con el mundo.
Como lo expresó magníficamente el Papa Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones de 2024, que se celebró el 20 de octubre:
“La misión universal requiere el compromiso de todos. Por eso es necesario continuar el camino hacia una Iglesia al servicio del Evangelio completamente sinodal-misionera. La sinodalidad es de por sí misionera y, viceversa, la misión es siempre sinodal. Por tanto, una estrecha cooperación misionera resulta hoy aún más urgente y necesaria en la Iglesia universal, así como en las Iglesias particulares.”
El Congreso ofreció a sus participantes encuentros con Jesús que cambiaron sus vidas. También brindó increíbles oportunidades de formación de la mano de voces de confianza en la Iglesia, ponentes que representaban el don de la diversidad que es la Iglesia en Estados Unidos.
Juntos, compartimos nuestra fe en la presencia real de Cristo en el Santísimo Sacramento, y se nos recordó de muchas maneras poderosas que nuestro Señor nos reúne, nos alimenta y luego nos envía a proclamar su mensaje de salvación y esperanza a todas las naciones y pueblos.
La Eucaristía es nuestra misión. Es el gran don de sí mismo que recibimos de Cristo, el preciado obsequio en el que se nos invita a convertirnos a medida que amoldamos nuestras mentes, corazones y cuerpos a Cristo. Y la Eucaristía es el don transformador que se nos ordena compartir generosamente con todos los que encontramos: los que están lejos de nosotros (“en las periferias”) y los que están más cerca de nosotros en nuestras familias y comunidades locales.
Mientras continuamos con esta fase final, orientada a la misión, del Avivamiento Eucarístico Nacional, recemos para obtener la gracia de recibir este gran sacramento con reverencia, permitir que nos transforme y comprometernos a llegar a los demás como discípulos misioneros, evangelizadores llenos del Espíritu que arden con el amor de Dios. †