Mensaje de Navidad del Arzobispo Charles C. Thompson
Queridos hermanas y hermanos en Cristo:
¡Reciban un cordial saludo navideño! Que la celebración del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo, el Verbo Hecho Carne, inunde sus corazones y mentes con la certeza de la paz, la alegría y la esperanza que solamente la presencia de Dios puede proporcionar.
El año 2020, marcado por los efectos de la pandemia, el malestar social, los huracanes, los incendios forestales, un drástico aumento de la violencia y una polarización política cada vez mayor, ha sido, como mínimo, bastante difícil. Muchos han perdido seres queridos, sus hogares, sus negocios y sus medios de vida. Muchos han demostrado una virtud heroica en el campo de la atención médica, de los servicios de emergencia, en las obras de caridad, la educación y la labor de servicio que ocurre tras bastidores. Nadie desea que en 2021 se repita lo ocurrido este año. Aun así, en medio del caos, las dificultades y la incertidumbre, tenemos motivos para celebrar la Natividad del Señor.
A lo largo de la historia de la salvación, y a pesar de todas las guerras, las plagas, las intrigas, los desastres y los escándalos, la gracia salvadora de la presencia divina ha permanecido con la humanidad. Desde aquella primera Navidad en la que Jesús nació en la pobreza, durante una época muy tumultuosa de la historia, la fe cristiana no solo ha soportado sino que ha prosperado ante las dificultades, la agresión e incluso la persecución.
El nacimiento de nuestro Salvador apunta a algo más allá de las meras experiencias de esta vida. Desde el pesebre hasta la cruz, Jesucristo nos trazó el camino de la salvación. Como nos lo recuerda san Pablo, no hay nada que pueda separarnos del amor de Dios. No hay nada en el 2020 que pueda separarnos del amor incondicional, la misericordia, la paz y la gracia salvadora de Dios. Jesucristo, nuestra esperanza y salvación, nos ofrece esta seguridad. Para encontrarnos con él, debemos imitar la humildad de los reyes magos y el valor de los pastores para buscar y adorar al Señor.
Que hallemos en nuestro interior y entre nosotros la forma de renovarnos en el espíritu de la alegría navideña, puesta a nuestra disposición por Dios al convertirse en uno de nosotros en todo, menos en el pecado. Aprovechemos todas las oportunidades para encontrarlo en la Palabra, los Sacramentos y el Servicio. Él es Emmanuel, Dios con nosotros. Vengan, vamos a adorarlo.
¡Bendiciones de Navidad!
Arzobispo Charles C. Thompson