El rostro de la misericordia / Daniel Conway
Un tiempo para escuchar, estar abiertos y dejar que el Espíritu Santo guíe a la Iglesia
La XVI Asamblea General del Sínodo de los Obispos se ha estado llevando a cabo en Roma desde el 4 de octubre, el memorial de san Francisco de Asís. Este encuentro es la culminación de tres años de debates en las diócesis locales y en los grupos continentales que han trabajado arduamente para hacer de la “sinodalidad” una experiencia que pueda transformar la forma en que se lleva a cabo la misión de la Iglesia en la práctica, día a día.
El Papa Francisco está ansioso por hacer de la sinodalidad mucho más que una reunión, o una serie de reuniones, de obispos y otros líderes de la Iglesia. Está convencido de que el proceso sinodal—que implica un discernimiento piadoso, una escucha atenta y un diálogo respetuoso—es más importante que cualquier reunión de la Iglesia, independientemente de su resultado. “La sinodalidad es un camino eclesial que tiene un alma, que es el Espíritu Santo”—afirma el Santo Padre—. “Sin el Espíritu Santo, no hay sinodalidad.”
Muchos dicen que la sinodalidad puede ser el logro más importante de los 10 años del Papa Francisco como obispo de Roma. Está claro que el Sumo Pontífice busca superar lo que percibe como rigidez, prejuicios y estrechez de mente en quienes insisten en mantener el statu quo.
Tal como nuestro Santo Padre lo plantea:
La sinodalidad no es un capítulo de un libro de texto de eclesiología, ni mucho menos una moda o un eslogan que blande en nuestras reuniones. Se trata de una expresión de la naturaleza de la Iglesia, de su forma, estilo y misión. Podemos hablar de la Iglesia como «sinodal», sin reducir esa palabra a una descripción o definición más de la Iglesia. Digo esto no como una opinión teológica, ni siquiera como mi propio pensamiento, sino basándome en lo que puede considerarse el primer y más importante “manual” de eclesiología: los Hechos de los Apóstoles.
Tal y como lo ve el Papa, aprendemos a ser Iglesia al prestar mucha atención a la forma en que los Apóstoles resolvieron las cuestiones importantes, escuchándose unos a otros y dejando que el Espíritu Santo les guiara y dirigiera.
“No hay lugar para la ideología en el sínodo”—insiste el Papa Francisco—. “Es otra dinámica. El sínodo es un diálogo entre bautizados en nombre de la Iglesia, sobre la vida de la Iglesia, sobre el diálogo con el mundo, sobre los problemas que afectan hoy a la humanidad. Pero cuando se lo enfoca desde una perspectiva ideológica, se acaba el sínodo.”
Pensar en función de ideologías (ya sean de derecha o de izquierda) es inaceptable porque se trata de un pensamiento decidido de antemano que perjudica cualquier tipo de debate abierto o de escucha desde el corazón.
Un sínodo es, por definición, una experiencia religiosa basada en la oración. “Sin este espíritu de oración” —asegura el Papa—“no hay sinodalidad sino política, parlamentarismo.” El Papa Francisco no desea cambiar la doctrina, sino revitalizar la forma en que los católicos bautizados se comprometen con la misión de la Iglesia y considera que la sinodalidad es la mejor manera de lograrlo.
Expresa su visión de la siguiente manera:
La sinodalidad, como elemento constitutivo de la Iglesia, nos ofrece el marco interpretativo más adecuado para comprender el propio ministerio jerárquico. Si entendemos que “Iglesia y sínodo son sinónimos,” en la medida en que la Iglesia no es otra cosa que el “caminar juntos” del rebaño de Dios por los caminos de la historia hacia el encuentro con Cristo el Señor, entonces entendemos también que, dentro de la Iglesia, nadie puede ser “elevado” por encima de los demás. Por el contrario, en la Iglesia es necesario que cada uno se “rebaje” a sí mismo para servir a nuestros hermanos y hermanas en el camino.
Comunión, misión y participación son los tres términos que se utilizan para describir el Sínodo de los Obispos que se celebra este mes en Roma. El Papa Francisco se toma estas tres palabras muy en serio.
“Comunión” habla de nuestra unidad: con Cristo y entre nosotros. “Misión” es el trabajo que estamos llamados a realizar como discípulos bautizados de Jesucristo. Y la “participación” de todos (o de tantos como sea posible) es la clave del éxito para llevar a cabo el mandato que nos dio nuestro Señor resucitado al ascender al cielo.
El Papa Francisco cree que con un enfoque más sinodal, la mayoría de los católicos pueden pasar de ser observadores pasivos a desempeñar un papel activo en la vida de la Iglesia. Recemos para que el Espíritu Santo nos guíe de verdad y nos inspire a todos a participar plenamente y en oración en la misión de nuestra Iglesia.
(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.) †