November 10, 2023

El rostro de la misericordia / Daniel Conway

La alegría y el humor están entre los mejores regalos que podemos ofrecer a Dios

Al final del largometraje documental El Papa Francisco: un hombre de palabra, el Santo Padre anima a todos los que sirven al pueblo de Dios a sonreír y a tener buen sentido del humor.

La alegría “es el mejor testimonio que podemos ofrecer al pueblo fiel de Dios, al que estamos llamados a servir y acompañar en su peregrinación hacia el encuentro con el Padre,” nos dice el Papa.

Al hablar de los integrantes de las órdenes religiosas, el Papa, que es jesuita, dice: “El testimonio alegre de los consagrados y consagradas se manifiesta de muchas formas, especialmente a través del sentido del humor.

“Es muy triste ver a hombres y mujeres consagrados que no tienen sentido del humor, que se lo toman todo en serio”— afirmó el Sumo Pontífice—. “Por favor: estar con Jesús es estar alegres, es también tener la capacidad que nos da la santidad de tener sentido del humor.”

Los diversos pronunciamientos solemnes del Papa Francisco a menudo llevan por título alguna combinación con la palabra alegría: desde la “Alegría del Evangelio” hasta la “Alegría del Amor.” De hecho, su exhortación apostólica sobre el llamado a la santidad en el mundo actual se titula acertadamente “Gaudate et Exultate” (“Alegraos y regocijaos”). Esto subraya la idea de que ser feliz, realmente feliz, es una respuesta a la buena nueva de Jesucristo.

Como nos cuenta san Mateo, los magos—extranjeros sabios y eruditos que buscaban a Jesús sin comprender del todo lo que buscaban—“se regocijaron mucho” (Mt 2:10) cuando redescubrieron la estrella que les condujo a Belén. Hay algo en el encuentro con Jesús que provoca una profunda alegría.

No en vano, hay una sección de la exhortación apostólica “Gaudate et Exultate” del Papa con el subtítulo “Alegría y sentido del humor,” en la que amplía esta idea.

“Lo dicho hasta ahora no implica un espíritu apocado, tristón, agriado, melancólico, o un bajo perfil sin energía. El santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor” (#122).

El Papa menciona a santo Tomás Moro, san Vicente de Paúl y san Felipe Neri como ejemplos de santos alegres. San Felipe, conocido como el Apóstol de Roma, fue un sacerdote secular del siglo XVI conocido por su alegría y sus bromas. Su alegría era algo más que la alegría natural de su carácter, arranques de humor o vivacidad y buen ánimo. Era algo sobrenatural, y toda la gente a la que servía estaba impresionada por el resplandor y la exultación que la presencia del Espíritu Santo producía en Felipe. Se nos dice una y otra vez que Felipe Neri estaba “siempre alegre, incluso en sus enfermedades.”

Santo Tomás Moro, abogado y mártir católico inglés, murió con una broma en los labios. Le dijo a su verdugo de camino a la guillotina: “Asegúrate de que suba bien arriba, porque para que baje no necesito ayuda.”

El Papa Francisco cita una oración atribuida a santo Tomás de Aquino: “Concédeme, Señor, una buena digestión y también algo que digerir. Concédeme un cuerpo sano y el buen humor necesario para mantenerlo. … Concédeme, Señor, un buen sentido del humor. Permíteme la gracia de poder aceptar una broma y descubrir en la vida un poco de alegría, y poder compartirla con los demás.”

Lejos de ser sombríos o demasiado serios, nos dice el Papa, los santos son desenfadados y “capaces de descubrir en la vida un poco de alegría.” El Papa Francisco comenta que “Hay momentos duros, tiempos de cruz, pero nada puede destruir la alegría sobrenatural, que se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo.”

La alegría cristiana suele ir acompañada de sentido del humor. Los santos son alegres y están llenos de buen humor, lejos de ser unos amargados que fruncen el ceño. Esta es una verdad asombrosa teniendo en cuenta lo que muchos santos tienen que soportar en sus esfuerzos por seguir a Jesús y cuidar de su pueblo herido y oprimido.

La verdadera alegría supera con creces las autogratificaciones superficiales que perseguimos en nuestra búsqueda de la felicidad. De hecho, las mujeres y los hombres que llamamos santos no se dedicaron a la búsqueda de la felicidad mundana o la propia satisfacción sino que abrazaron libremente el sufrimiento y las dificultades por el bien del Evangelio. A cambio, recibieron abundante alegría.

Ser santo es ser alguien que está cerca de Dios. “Cuanto más cerca está el Señor de nosotros—dice el Papa Francisco—más alegría sentimos; cuanto más lejos está, más tristeza sentimos.”
 

(Daniel Conway es integrante del comité editorial de The Criterion.)

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