Mensaje de Navidad del Arzobispo Charles C. Thompson
Queridas hermanas y hermanos en Cristo:
¡Bendita solemnidad del Verbo Encarnado de Dios en la figura del Salvador del mundo! En medio de toda la pompa y circunstancia de la temporada navideña, no pasemos por alto el verdadero significado de este tiempo especial lleno de gracia, a saber, el nacimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, Hijo de Dios e hijo de María.
Por mucho que lo intentemos con todo el brillo, las luces, los lazos, las cintas, los paquetes, las fiestas, los festejos y los regalos, no podemos opacar el sentido real de la Navidad.
A causa del pecado original, derivado de la desobediencia enraizada en el orgullo humano, la humanidad se había extraviado en su relación con Dios y entre sí.
El Hijo de Dios fue enviado para salvarnos y redimirnos de los efectos del pecado y de la muerte, no para condenarnos. Por lo tanto, debemos celebrar siempre el nacimiento de nuestro Salvador en el contexto de su pasión, muerte y resurrección. De hecho, el pesebre carece de todo sentido si lo separamos de la cruz y del sepulcro vacío.
Como en épocas anteriores, muchos atraviesan situaciones sumamente adversas de guerra, violencia, injusticia, dificultades económicas, pobreza, enfermedad y desesperación.
Debido a la profunda polarización existente hoy en día, nos relacionamos con los demás con recelo y desprecio, lo que ha dado lugar—en prácticamente todas las esferas de la sociedad—a diversas formas para avergonzar, deshumanizar e incluso demonizar a quienes son distintos.
La tentación del individualismo radical intenta recrear a Dios según la propia imagen ideológica, en lugar de valorar el hecho de que cada uno ha sido creado a imagen de Dios. Es un hecho que no podemos salvarnos a nosotros mismos.
Dios eligió romper la monotonía de la condición humana haciéndose uno como nosotros en todo menos en el pecado. En Jesucristo, se nos brinda la gracia salvadora para superar la condenación que provoca el orgullo pecaminoso, la desobediencia, la idolatría, la crueldad y la indiferencia.
En Cristo se restablece la esperanza y tenemos motivos para alegrarnos de la Buena Nueva de la Salvación.
Así que, al igual que los Tres Reyes Magos, ofrezcamos nuestros dones y preparémonos para acoger el tema del Papa Francisco para el próximo Año Jubilar 2025 como “Peregrinos de la Esperanza.”
Les deseo una Navidad bendecida y les ofrezco la certeza de mis oraciones por todos y cada uno.
De ustedes en Cristo,
Arzobispo Charles C. Thompson